Ha llegado un nuevo miembro a la familia y, de repente, el mundo parece más peligroso. El objetivo primordial para los padres es convertirlo en un lugar seguro donde los niños puedan crecer con la tranquilidad de que nada malo va a sucederles. Sin embargo, de forma habitual, los padres se exceden en su misión de guiar y educar a los hijos para caer en la sobreprotección.
Como todo en la vida, tan negativo es no prestar ninguna atención a los niños como vigilarlos de forma obsesiva. Pero, ¿cómo proteger a los más pequeños sin coartar su libertad?
Proteger sin excesos
Si los padres son excesivamente sobreprotectores, es probable que los niños no sufran ningún tipo de percance ni comentan errores. Así, los padres se sentirán tranquilos por cumplir con su misión de proteger y educar, mientras los niños vivirán en una burbuja de cristal. Sin embargo, lejos de ser positiva, esta situación es contraproducente para los más pequeños.
Un niño sometido a una vigilancia constante no se desarrolla con libertad ni conoce las dificultades. Con el tiempo, después de crecer bajo la alargada sombra de sus padres, será un adulto inseguro, tímido, vulnerable y con miedos. Además, durante la infancia, los niños sobreprotegidos son más propensos a sufrir accidentes cuando están fuera de su hogar y lejos de la protección paterna.
Para evitarlo, lo natural es que los padres protejan a sus hijos, pero con límites. En el equilibrio está la virtud y hacía ese punto es adonde deben dirigirse las acciones que buscan el bienestar
de los niños. En este sentido, todo niño debe sentir el apoyo de sus padres para saber cómo resolver sus problemas, tiene que equivocarse para aprender de sus errores y potenciar sus capacidades para evitar los peligros reales con los que puede encontrarse.
Seguridad en casa
Ante la llegada de un bebé a casa, esta debe estar equipada para convertirse en un lugar seguro. Los estudios demuestran que es en el hogar donde los niños sufren la mayor parte de los accidentes, siendo los más frecuentes las caídas y las intoxicaciones.
Durante los primeros meses, el bebé tiene una capacidad de movimiento muy limitada y, por lo tanto, las situaciones de riesgo son escasas. Sin embargo, cuando el niño crece, los peligros aumentan a medida que empieza a gatear y explorar. De repente, el bebé intenta llegar a lugares desconocidos, toca cada objeto para descubrir su textura, se lo mete en la boca,... ¡Es el momento de eliminar riesgos y prevenir posibles accidentes domésticos!
La habitación
La habitación del bebé debe ser un espacio tranquilo, ventilado y, en la medida de lo posible, con luz natural. Pese a sentir un deseo irreprimible de crear la habitación más bonita del mundo, se recomienda limitarse a los muebles imprescindibles para cada etapa. Estos, siempre deben tener los bordes redondeados y, si son altos, como es el caso de una estantería o un armario, estar fijados a la pared para evitar que vuelquen. A la hora de elegir la cuna, hay
que cerciorarse de que tiene una estructura sólida y una distancia correcta entre los barrotes y la altura de los laterales. Esta apreciación es importante para impedir que la cabeza del bebé pueda quedar atrapada o que pueda caerse si logra incorporarse. En la habitación, debe colocarse lejos de ventanas, enchufes, aparatos eléctricos y radiadores para evitar cualquier tipo de peligro.
¡Peligro! La cocina y el baño Los lugares más peligrosos de la casa son la cocina y el baño. En la cocina, siempre se debe tener cuidado con los fogones, la vitrocerámica, el horno, la nevera y los cables de los aparatos eléctricos. Además, hay que asegurarse de que el cubo de la basura, las sartenes, las cacerolas y los cubiertos están fuera del alcance de los niños. Pero, por encima de todo, lo mejor es cerrar la puerta o colocar una barrera, especialmente, si se está cocinando. En el baño, la tapa del inodoro debe estar cerrada y la bañera protegida con una alfombra antideslizante. También es importante que los niños no tengan acceso a los aparatos eléctricos.
“Los lugares más peligrosos de la casa para los niños son la cocina y el baño.”
En el momento de bañar al niño, lo primero es no dejarlo nunca solo. Comprobar que la temperatura del agua es la adecuada para evitar quemaduras y usar jabones, geles y champús con Ph neutro son dos recomendaciones básicas para un buen baño.
Por último, si uno de los riesgos en la cocina está en los productos de limpieza, en el baño el peligro está en medicamentos y cosméticos. Tanto con unos como con otros, lo lógico es guardarlos en un cajón o armario protegido con un cierre de seguridad. Además, deben permanecer en su envase original y, si es posible, con un cierre que impida que los niños puedan abrirlos en caso de que tuvieran acceso a ellos por accidente.
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